En un contexto de cambio climático e importantes pérdidas de biodiversidad local, darle valor a los ecosistemas y paisajes naturales que nos rodean es fundamental.
Los jardines y parques son hábitats que albergan un sinfín de especies: microorganismos, diminutos insectos y aves utilizan estos espacios para alimentarse, reproducirse y conectar la ciudad. Es por esto que las áreas verdes urbanas juegan un papel fundamental para las especies silvestres, estas zonas conforman una red que sustenta la interacción y la vida en los ecosistemas.
Solanum pinnatum. Arbusto endémico de Chile. Se le llama comúnmente esparto, hierba del chabalongo o serilla. (Foto: Gabriela Matamala).
Al caminar por la ciudad es común encontrarse con coloridos e icónicos elementos del paisaje urbano: Jacarandás, Plátanos orientales, Liquidambar, Agaphantos, Lirios, Rosas, entre otras plantas que componen los jardines, parques y bandejones. Sin duda, todas son hermosas y coloridas, además de contar con un sinnúmero de recomendaciones y conocimientos accesibles sobre su mantención y cuidados.
Quién no ha disfrutado de la exuberancia y la explosión de colores de los Prunus (Ciruelos, Almendros, Damascos y Duraznos) en primavera, o de la agradable sombra de los Acer en verano. Sin embargo, ninguna de estas especies es nativa, y aunque podamos valorar su uso en el paisajismo, es imperante dar espacio a nuestra flora local en las áreas verdes urbanas.
Abeja Caupolicana gayi en una flor de Loasa. (Foto: Gabriela Matamala).
La flora nativa, entendida como especies vegetales que pertenecen a ecosistemas determinados, es un resultado de miles de años de interacciones evolutivas. Estas especies están bien adaptadas entre sí y sus características responden a las condiciones del entorno, es decir, a las variaciones estacionales, la humedad, el viento, las temperaturas, las precipitaciones, los tipos de suelo, entre otras. Asimismo, estas plantas están adecuadas a la interacción con otras especies nativas (como aves e insectos polinizadores, por ejemplo).
Resguardar esta diversidad biológica contribuye a garantizar el equilibrio y funcionamiento de los ecosistemas, entregando un soporte a los procesos ecológicos y las sucesiones evolutivas que allí se originan. Esto toma una especial importancia al considerar la alta riqueza de especies y el grado de endemismo que caracteriza la zona centro y sur del país. De esta manera, estos ecosistemas singulares acogen especies que se encuentran únicamente acá y en ningún otro lugar del mundo! Gracias a esta condición, esta zona fue catalogada como uno de los 35 hotspots mundial de biodiversidad.
Tropaeolum tricolor. Geófita endémica de Chile. Crece como herbácea trepadora y se le llama soldadito rojo o relicario. (Foto: Gabriela Matamala).
Ya no es una novedad que hace varios años nos encontramos viviendo un importante proceso de desertificación. La mega sequía que atraviesa el país implica una disminución del recurso hídrico, y por lo tanto se hace necesario adaptarnos y cambiar nuestros hábitos en torno al uso del agua. Los pronósticos indican que la transformación de los paisajes por el cambio climático será sustancial: se prevé un aumento de las temperaturas en todo el país, una disminución de las precipitaciones en la zona centro-sur, un aumento de los eventos extremos de sequía y una pérdida importante de la biodiversidad genética local. Ante esta alarmante situación se vuelve crucial adaptar los espacios que habitamos, considerando las limitantes y nuevas condiciones que afrontamos, pero también relevando la importancia y múltiples beneficios que nos aportan los espacios verdes.
Calle calle (Libertia chilensis) en el frontis de una casa en Santiago. Proyecto Queule Paisajismo. (Foto: Luciano Benetti).
En este contexto, las especies nativas tienen una enorme ventaja en comparación con aquellas que han sido introducidas. La vegetación local ha evolucionado en estos espacios y está adaptada a las condiciones geográficas y estacionales del lugar. Si la incluímos en nuestros jardines podremos aportar a generar espacios verdes resilientes en las ciudades, que sean un reservorio de la biodiversidad local y, al mismo tiempo, que permitan un uso sustentable del recurso hídrico.
Nuestra invitación es a incluir las especies nativas en nuestros jardines ¡Cuidemos nuestro patrimonio natural y hagamos que la flora local sea parte de las ciudades! Aprovechemos su memoria de adaptación al entorno y construyamos áreas verdes resilientes al cambio climático. Si la integramos a la infraestructura urbana estaremos aportando a conectar los ecosistemas y hábitats que nos rodean y entregan múltiples beneficios. Su uso en los jardines es definitivamente un acto de conservación de la biodiversidad local.